Era mediodía, estaban descansando en unas esteras en el suelo y sus caras se iluminaron cuando nos vieron llegar al Shelter (refugio para niños).
Hoy eran muchos allí. Una lluvia de “Namastés”(saludo indio) nos ayudó a sentirnos como en casa. Llevabamos más de un mes sin ir por allí y ya nos extrañábamos mutuamente. Se notaba en su saludo lleno de cariño.
¡Qué gozada volver a sentir la sonrisa de Dios en sus caras! Me preguntaron enseguida por la guitarra.
La pobreza y la miseria de este país tiene ahora para nosotros muchos nombres y 35 rostros. En medio de ella nos encontramos con Dios. Sin duda, El sonríe en medio de ella.
Me pregunto qué podremos hacer por estos niños. Cómo ayudarles, cómo hacerles más ligera su orfandad. Al menos con una guitarra y nuestras voces queremos “endulzarles” un poco la vida. Queremos ser una nota de alegría en sus infancias sin esperanza.
Los pequeños no se separan de nuestro lado y nos llaman continuamente “didi” (hermana mayor en Hindi).
Gracias Señor porque nos dejas compartir la vida con ellos. Gracias por cruzarlos en nuestro camino. Gracias porque les pones al lado personas de buena voluntad que cuidan de ellos cada día.